¿Es posible que una compañía publicite un producto para evitar su venta? La respuesta a esta contradicción vital es afirmativa. Es lo que ocurre cuando se obliga a las empresas a fabricar determinados productos, como coches eléctricos. Pero antes de continuar, echad un buen vistazo a este anuncio (avisamos que las siguientes imágenes pueden provocar paranoias terroríficas)
Terrorífico, ¿verdad? Como decíamos, transcurría la década de los 90 en California y sus autoridades optaron por atajar los elevados niveles de contaminación de forma radical, obligando a algunos fabricantes de coches a ofrecer coches eléctricos. Así nacía el modelo de General Motors GM EV-1, y este anuncio que resucita los peores momentos de nuestras pesadillas infantiles (y a la vez consigue lo que busca). Si el objetivo era no vender el tenebroso coche que por compromiso me han obligado a fabricar, entonces buen trabajo.
Vamos a detenernos en su ejecución audiovisual porque es antológica. Para empezar, por esa voz en OFF de ultratumba. Nos preguntamos si fue modificada en post-producción o si hubo casting de brujas. El juego de sombras sepulcrales nos guía por un relato promocional que acongoja, porque bien pueden parecer las sombras robadas de una familia que asistió al momento de una detonación nuclear. El coro extraterrestre termina de certificar la tragedia: el coche eléctrico convertirá el futuro en un apocalipsis. General Motors gastó en publicidad unos 10 millones de dólares, de los que salieron este y algún que otros spot con la misma línea de publicidad efectiva:
En comparación con esto, la dirección de fotografía de Poltergeist queda a la altura de una comedia infantil. No podemos más que aplaudir la ejecución de este autoboicot publicista, por la efectividad que despliega todavía hoy.