La verdad es que me caen mal las fashion bloggers, no todas, solo las que se presentan como tales por vocación. Su éxito es asombroso y me he preguntado el porqué. La respuesta es que todos llevamos un pequeño fashion blogger dentro, eso y el morbo de ver a muchas horteras de bolera que se ponen una bolsa de basura por montera porque es muy trendy. La verdad es que mi lucha contra las fashion bloggers viene de lejos y con tanta reconvertida a influencer es que no me da la vida para evitarlas en mi Twitter personal.
Habrá quien piense que envidio la vidorra que se dan estos especímenes de la antaño llamada blogsfera y así es, no comprendo como personas que se dedican a vestirse, en ocasiones aconsejadas por su peor enemigo, tienen legiones de seguidores que mantienen aún cuando se les ve el plumero de que viven a costa de tal o cual marca y del postureo con sus productos. Son las genuinas influencers.
Sin duda, lo que más llama mi atención es la cantidad de fashion bloggers que existen e incluso algunas camufladas como blogger de Lifestyle… el mismo perro con ¡el mismo collar! nadie se percata de que están organizadas en una lucha de guerrillas para que este verano vayamos todos uniformados con ¡el color de la temporada! y no porque hayamos tenido una sobreproducción de telas amarillas es simplemente porque el año pasado se llevaba su opuesto en la escala cromática y claro si nos persuaden de que el amarillo es tu color… ¡tendrás que renovar tu vestuario completo! ya que no hay pantone que soporte un cambio tan drástico de colores. Y lo harás aunque sepas que «no hay campo sin grillos ni hortera sin amarillo».
Las fashion bloggers tienen la capacidad de decidir por ti que para eso son influencers y no hay más discusión posible. Estoy segura de que el primer individuo que practicó running era ya ¡fashion blogger! y ahora los runners son legión mientras una de estas adictas a la autopromoción se jacta de haber cambiado el branding del archiconocido footing en un rato de aburrimiento y generar la necesidad de salir a correr como si no hubiera mañana. Si nos gobernara una fashion blogger la vida sería otro cantar y nosotros mucho más felices porque las reinas de los influencers son capaces de convencerte en medio tuit de que lo que realmente es bueno para ti es sumarte a la dieta del paleolítico e instalar esa necesidad a tal profundidad que sientas la imperiosa voluntad de salir a cazar al monstruo del lago Ness, ¡el último dinosaurio! Ese es su superpoder, el de convencer a un esquimal de que lo más cool es ir en bañador, han nacido para ser influencers y lo saben.
Cuidado con caer en desgracia con las fashion bloggers porque llegaran hasta el final y podrán contigo o ¿es qué aún no has visto a las modelos tristonas de Amancio Ortega? y además te han parecido desnutridas, catatónicas, simples, contrahechas ¡pues esta corriente de repulsión hacía Zara nace de una influencer que lo es por ser fashion blogger!
Quién gozase de ese poder, el poder de decidir sobre los gustos de los demás, el poder de un influencer al servicio de mis intereses… y es que muy pronto señores las fashion bloggers dominarán el mundo más allá de ser influencers en las redes sociales.
Parece que en realidad no las odio, simplemente no soy capaz de dejar salir a mi fashion blogger interior ¿o sí?