Impossible is nothing, rezaba un famoso eslogan de Adidas que ya ha pasado a formar parte de nuestra conversación. Y como él, tantísimos otros. Auténticas obras de arte de la publicidad que han tenido la capacidad suficiente como para perdurar en el tiempo y en el subconsciente del consumidor y es que cuando un buen claim hace pop, ya no hay stop.
El eslogan no es sólo una herramienta de marketing para lograr motivar a los clientes a que apoyen nuestra marca, es un auténtico reto, al que el creativo tiene que enfrentarse si lo que persigue es crear un lema memorable y capaz de ser reconocido al instante. Aquí es cuando, como creativo, te toca plantearte si cueces o enriqueces.
Y es que, permítanme que insista, pero en publicidad pocas cosas hay más eficaces que un buen eslogan, pegadizo, ingenioso y con potencial suficiente como para ir introduciéndose poco a poco en nuestro vocabulario cotidiano. Argumentos de venta llevados a la mínima expresión, expresiones eficaces, originales, coherentes y especialmente concisas. Para todo lo demás Mastercard.
Por lo general, los buenos eslogans son pequeños y matones, pero sólo unos pocos afortunados logran ser más buenos que el pan.
Porque ¿quién no ha usado el be water my friend alguna vez para que un amigo se tomara la vida menos en serio o ha gritado ¡Erroooor! cuando otro ha metido la pata? Todos hemos vuelto a casa por navidad, como los turrones de el Almendro, hemos sacado la mano por la ventanilla ondeándola al viento porque nos gusta conducir y nos hemos concedido un paréntesis kit kat en momentos de estrés. Ahora, cualquier buen desayuno al que nos enfrentemos, lleve ColaCao o no, es ya el desayuno de los campeones, y el yo no soy tonto de MediaMarkt o el Hacienda somos todos, han ganado vigencia en recientes protestas políticas y sociales.

Otras, han dado en el clavo, a la hora de crear personajes memorables como el mayordomo del Ten, la abuela de la fabada o el primo del Zumosol, que también se han convertido en iconos de referencia en nuestro día a día.
Pero las hazañas de las mejores marcas en esto de la creatividad no acaban aquí. Hay algunas que, más allá de haber logrado un eslogan pegadizo, en un triple mortal con tirabuzón, han conseguido concederle a su marca la calidad de adjetivo. Y es que si os hablamos de un pelo Pantene, una sonrisa Profident, o un cuerpo Danone, estamos convencidos de que todos os imagináis una sedosa y voluminosa cabellera, una blanquísima sonrisa perfecta y un cuerpo fuerte y escultural. He ahí el poder de la publicidad. ¡Jroña que jroña!
El idioma se enriquece gracias a este tipo de aportaciones vinculadas a la publicidad y conseguir que una marca pase a formar parte del imaginario colectivo o de nuestra conversación cotidiana se convierte en el sueño más perseguido, tanto por las empresas como por los publicitarios.
Pero lograr un posicionamiento de este tipo requiere de mucho trabajo, de mucho coco y en un gran número de casos, de mucha suerte, porque llegar el primero, ser creativo o destacar, no siempre son garantía de éxito.
Yo, personalmente, y como creativa, seguiré dejándome la piel en el intento, porque no hay nada más reconfortante en publicidad que dar en el blanco, por eso y porque yo lo valgo.