¿Cómo nos afectan las redes sociales a nivel personal? ¿Influyen en nuestro desarrollo individual y en nuestro carácter? ¿Tienen algún peso en la formación de nuestros valores y principios?
Hoy dejo a un lado mi papel en la agencia porque no voy a hablaros de marketing. O quizás sí, en realidad todo es un poco marketing: cuanto más intrínsecamente humano es un asunto, más interesante es para el marketing y por tanto para mi. Pero si la deformación profesional me lo permite, quiero compartir con vosotros una reflexión más cerca de lo ontológico que del marketing, sobre uno de los efectos de las redes sociales en las personas.
Antes de abordar las cuestiones que encabezan este texto es preciso ubicar las ideas y razonamientos de base que sustentan la respuesta que propongo. De entre todos los factores que influyen en la configuración de los principios, valores y personalidad de cada ser humano, existen 2 aspectos que son tan determinantes como probatorios de que nuestra arrogancia intelectual excede sobradamente nuestra capacidad.
No nuestra capacidad total o potencial, que aunque no se le de uso, es sin duda increíble, sino la de tirar «p’alante» cada día.
Aunque nos vanagloriamos de ser seres racionales, lo cierto es que somos mucho más racionalizadores que racionales. Estando de acuerdo en que para el día a día es mucho más práctico y rápido tomar decisiones basándonos en costumbres, educación, prejuicios y emociones que tener que pararse a razonar cada paso, desgraciadamente nos dejamos llevar demasiado por la parte automatizada de nuestro sistema de decisiones y nos olvidamos de que podemos arrancar nuestro motor razonador.
Razonar: Discurrir, ordenando ideas en la mente para llegar a una conclusión.
Racionalizar: Reducir a normas o conceptos racionales.
Además, muchos todas las veces y pocos algunas veces, cuando encendemos el motor razonador, olvidamos desconectar el racionalizador con lo que el resultado suele terminar en diarrea mental, una mezcla de razonamientos lógicos salpicados de prejuicios y presuposiciones que no conducen a ningún lado. Razonamientos de mierda, vaya.
Pongamos un ejemplo. La mayoría de la gente en temas políticos pocas veces razona hasta la profundidad que la conversación demanda, inconscientemente racionaliza. Cuando escuchamos una propuesta de política económica no solemos analizar la propuesta aisladamente y como tal emitir una valoración razonada. En su lugar, enseguida tratamos de clasificarla inmediatamente como progresista, conservadora, izquierda, derecha, liberal, intervencionista, etc. y como tenemos previamente definidas y decididas nuestras posturas en esos términos, racionalizamos nuestra valoración de la propuesta de política económica en base a esos prejuicios previos.
Por eso es tan difícil ponernos de acuerdo, siempre nos centramos más en las etiquetas que en emplear el tiempo en razonar si una propuesta tiene sentido y potencial o no, aunque en primera instancia pueda parecer en contra de lo que creemos.
El segundo factor determinante al que quiero referirme, es la influencia que tienen las personas de nuestro entorno y determinadas figuras públicas en la formación de nuestras ideas y valores. Primero nuestros padres y familia, después también nuestros amigos, después nuestros ídolos, nuestros compañeros de trabajo y superiores, nuestros colegas de profesión… siempre hubo, hay y habrá personas cuyas opiniones individuales o como colectivo influyan en la formación de las nuestras.
No es casualidad que salvo excepciones, familias enteras sean de un mismo equipo de futbol, de una misma tendencia política (ahora los tiempos en ese sentido son convulsos, pero lo normal es esa similitud) y compartan una importante serie de valores.
De hecho, cuando cualquiera escucha por primera vez una idea, lo primero que analiza inconsciente o conscientemente es de dónde proviene, quién la ha pronunciado. Si la fuente tiene credibilidad para nosotros podremos pasar al siguiente nivel pero si no la tiene, no importa lo poderosa que sea la idea que la habremos anulado al primer toque.
Estos dos factores, aunque lo pueda parecer de la manera en la que los describo, no me parecen malos per se. Entiendo que ambos forman parte de un sistema mental, de u n esquema personal interno que nos permite avanzar más ágilmente que si tuviéramos que analizar cada asunto desde cero. Pero sí creo que nos acomodamos y abusamos demasiado de estos esquemas.
Por supuesto son más los factores que afectan nuestros valores y creencias y con ellos nuestra propia esencia, pero esto no pretende ser un tratado filosófico ni psicológico que analice exhaustivamente cada uno de ellos. Así que tratemos de avanzar con esta pequeña base.
¿Cómo influyen entonces las redes sociales en la formación de nuestros valores y creencias?
Las redes sociales nos inducen a asumir opiniones y valores sobre gran cantidad de temas reduciendo nuestra necesidad de razonarlas individualmente.
[Tweet «Las redes nos inducen a asumir opiniones, eliminando la necesidad de razonarlas.»]
Esta es una aseveración en bruto, buscando más la síntesis que la precisión. En redes sociales recibimos estímulos constantes de las personas e instituciones que seguimos que valoran y comentan los más diversos temas. Como nosotros ya tenemos clasificados en nuestra mente a cada uno de ellos, enseguida atribuimos a cada información una serie de valores sin necesidad de profundizar, sólo con leer el titular (entiéndase titular en sentido amplio), ver quién lo ha compartido y la fuente de la que proviene:
- Nivel de credibilidad de la información
- Inclinación moral, ética, política, social, etc. del compartidor y la fuente
- Nivel habitual de acuerdo o desacuerdo con el compartidor y la fuente (en general o en determinados asuntos)
Sólo con estos valores, habitualmente prejuzgamos los datos confrontándolos con nuestra escala de valores y nuestro «opinionario» personal, clasificándolos sin apenas reflexión. Incluso leyendo más allá del titular, el sesgo podría ser tan agudo que una información compartida sea incapaz de superar nuestros prejuicios generados sobre ella aunque presente ideas opuestas a la valoración que nosotros le hemos asignados inconscientemente.
Esto sucede tanto en positivo con personas cuya opinión nos merece un alto respeto y consideración como en negativo con personas cuya reputación para con nosotros es exigua.
De esta manera, nos vamos formando muchas más opiniones sobre muchos más temas de manera más cómoda para nuestro cerebro pues sólo profundizamos en algunas que analizamos con criterio propio, pero el resto simplemente lo tomamos prestado de nuestros influenciadores personales.
Por otro lado, la valoración que hacemos de cada información, estamos acostumbrados a contrastarla de una manera automática con nuestros principios y creencias como decíamos más arriba. Es mucho más fácil normal para nosotros, si una información no encaja en nuestro sistema de valores y nuestra red de ideas, renegar de ella o atacarla que re-estructurar nuestros mapas mentales y nuestra arquitectura de valores. Incluso aunque esa información o idea sea beneficiosa para nosotros.
Sólo cuando nos enfrentamos a un análisis voluntario, consciente, abierto y, por qué no decirlo, valiente, somos capaces de evaluar datos que contradicen nuestras creencias y prejuicios dándoles una verdadera oportunidad de demostrarnos a nosotros mismos que estamos equivocados.
Pero esto no es causado por las redes sociales. ¿Cómo influyen entonces en este aspecto Facebook, Twitter o Linkedin? Nos aportan múltiples puntos de referencia para ubicar cada información y contrastarla más rápida y eficientemente en nuestra escala de valores preconcebida. Es decir, antes recibíamos una información por un conocido o un medio y para formarnos una opinión, era más habitual que necesitáramos una investigación activa de la materia, consultando otras opiniones y medios o simplemente mediante una reflexión concienzuda. Hoy en día, tenemos más fácil ver desde que fuentes, compartidores y acompañados de qué opiniones se promueve cada pieza de información enriqueciendo una primera impresión sustituyendo una indagación sobre cada tema por una mayor cantidad de puntos de referencia ya encajados en nuestro esquema de valoración previo.
Por lo expuesto y como adelantaba más arriba, creo que las redes sociales consiguen que estemos más informados y generemos opiniones sobre muchos más asuntos, pero al mismo tiempo favorecen que nuestra comprensión real de cada uno de esos asuntos, sea limitada y carente de la reflexión que debería conllevar temas de cierta envergadura y calado.
Pero también puedo estar totalmente equivocado. ¿Tú que opinas?
¡Nos leemos!